Según el vicecanciller Kintto Lucas, una reunión mantenida el 23 de
septiembre en los EEUU, en el Instituto Interamericano para la Democracia
(IID), por el expresidente Lucio Gutiérrez, es otra prueba del fallido
intento para derrocar al presidente Rafael Correa. Usted estuvo en esa cita.
¿Qué responde?
Jamás en mi vida he visto que una conferencia abierta al público, convocada
por una institución académica y auspiciada por una universidad muy
reconocida, filmada y colocada en Internet, junto a las fotos de los
participantes, forma parte de una oscura conspiración. Esa es una reacción
muy poco seria, paranoica, de quienes disfrutan el papel de víctimas y
tienen la mala costumbre de alentar permanentemente la conmoción social. El
ex presidente Lucio Gutiérrez, como otros cuarenta disertantes antes que él,
fue y dio su conferencia para hablar libremente y sin censura de los
problemas de su país. El que desee ver y escuchar lo que dijo todo lo que
tiene que hacer es buscar su intervención en la web del Instituto. Si el
señor Lucas o el presidente Correa desean ocupar esa tribuna están invitados
a hacerlo.
¿Es solo una coincidencia o hay razón para pensar que grupos de extrema
derecha estadounidenses buscan eyectar del poder a Rafael Correa, como él y
sus ministros lo sostienen?
La derecha norteamericana, lamentablemente, se dedica a tratar de cerrarles
las puertas a los inmigrantes, a denunciar que Obama es socialista o a
realizar sus pintorescas manifestaciones convocadas por los tea parties. No
creo que sus dirigentes tengan la menor idea de quién es Rafael Correa o qué
está haciendo en su país, así que no veo por qué querrían derrocarlo. Esa
derecha está más cerca de aislacionismo que del intervencionismo. A
Washington, además, desde el fin de la Guerra fría le importa poco el tipo
de gobierno que los latinoamericanos elijan o sufran. Preferirían que fueran
democracias estables y sosegadas, como la chilena, pero pueden vivir
perfectamente con la gritería desordenada y caótica del socialismo del siglo
XXI. Como suelen decir, es una molestia, no un peligro.
Sorprendió ver entre los asistentes a dicha reunión a opositores de Rafael
Correa como Mario Pazmiño, ex director de Inteligencia del Ejército; al
banquero ecuatoriano Mario Ribadeneira; al analista Pablo Lucio Paredes, y
más aún, a Roberto Isaías, ex dueño del quebrado Filanbanco, prófugo de la
Justicia, quien mantiene un largo litigio con el Estado por el costo que esa
quiebra le costó al país.
A mí me hubiera sorprendido que no acudieran. Se trata de ecuatorianos que
viven en Miami o están de paso por la ciudad, muy interesados en los asuntos
de su país. Es natural que si un ex presidente da una conferencia, ellos
vayan, como suelen ir los cónsules y personalidades académicas relevantes de
diversos sitios. Cuando el argentino Duhalde dio una interesantísima
conferencia sobre su país, fueron muchos compatriotas suyos, algunos de
ellos muy enemistados con los Kirchner. Cuando Carlos Vera y Fabricio
Correa, en momentos diferentes, hablaron en el Instituto, también fueron
muchos ecuatorianos notables preocupados por el destino de su país. Por
cierto, Fabricio Correa fue mucho más duro contra su hermano de lo que fue
Gutiérrez.
Según Kintto Lucas, aunque no ha dado nombres, en esa reunión también
participaron representantes de la derecha venezolana, opositores de Hugo
Chávez, presidente de ese país. ¿Quiénes más asistieron a la cita?
Por supuesto que participaron o acudieron personalidades venezolanas
exiliadas en Miami o de paso por la ciudad. ¿Por qué no? Hay muchas razones
válidas para adversar al gobierno de Hugo Chávez. Es un régimen autoritario,
tremendamente corrupto, amigo de los narcoterroristas de las FARC y de la
teocracia iraní. Chávez y Correa son amigos y aliados, de manera que la
oposición venezolana, que es más de la mitad del censo electoral de ese
país, como se demostró en las últimas elecciones, ve a Correa como un
cómplice del militar golpista que ellos rechazan. Si el presidente Correa ha
decidido establecer su alianza con Chávez debe esperar que los demócratas
venezolanos lo detesten y se sientan más cerca de la oposición ecuatoriana
que del poder.
Le recuerdo que tanto Chávez como Evo Morales, presidente de Bolivia,
dijeron la semana pasada que tras la rebelión de policías y militares están
los Estados Unidos.
No creo que los norteamericanos estuvieran respaldando esa grosera
estupidez llevada a cabo por la policía. ¿Por qué harían una cosa así? Evo
Morales y Hugo Chávez son dos tipos delirantes que dicen cualquier cosa.
Morales también ha declarado que el imperio romano agredió a Bolivia. Hugo
Chávez ha afirmado que el terremoto que destruyó a Haití fue producto de un
arma secreta experimentada por el Pentágono. Los discursos de estos
personajes parecen escritos por el guionista de los hermanos Marx. No se
pueden tomar en serio.
Lo mismo sostiene el canciller Ricardo Patiño, aunque ha descartado alguna
participación del Gobierno de Barack Obama. En entrevista con HOY, al
preguntarle sobre el tema, dijo que los golpistas de los EEUU son grupos de
extrema derecha, profesionales a quienes es difícil encontrarlos, a menos
que alguien les sople la información.
Si el señor Patiño, quiere ser tomado en serio internacionalmente, debe
aportar pruebas y sustentar sus denuncias con algo más que conjeturas
absurdas. Jugando al antiamericanismo festinado y alimentando esa atmósfera
de catástrofe inminente lo que hace es colocar la imagen de su país en el
suelo, con las consecuencias económicas y sociales que eso tiene. ¿Quién
quiere ir a invertir a una nación convertida por sus gobernantes en un
sainete permanente?
El canciller dijo que la verdad se sabría en 20 o 30 años, cuando se
desclasifiquen los archivos en los Estados Unidos, como ha ocurrido con
otros golpes de Estado en el Continente. ¿Qué opina?
Durante una buena parte del siglo XX, Estados Unidos intervino en los
asuntos internos de América Latina, desembarcó tropas en catorce
oportunidades, apuntaló dictadores, auspició golpes de estado, como el de
Guatemala en 1954, país al que unos años antes le infligió la imperdonable
canallada de inocularle sífilis a cientos de personas para probar la
penicilina. Todo eso es cierto, pero si el Canciller cree que todavía esa
época no ha pasado, si no entiende el cambio operado en Washington tras el
fin de la guerra fría, entiende poco de geopolítica, pero está en su derecho
de esperar pacientemente a la apertura de los archivos diplomáticos
norteamericanos. Mi opinión es que se va a sentir defraudado.
Usted llamó a Kintto Lucas simpatizante de la guerrilla tupamara. ¿a qué se
refiere?
Yo no tenía la menor idea de quién era el señor Kintto Lucas hasta que tuvo
la aviesa e injusta idea de vincularme a un supuesto golpe de estado por
haber presentado a Lucio Gutiérrez el día de su conferencia. Busqué en
Internet, extrañado, y encontré en su blog una carta dedicada a su hermano
Enrique Lucas, miembro de la organización terrorista de los tupamaros
uruguayos. Enrique había muerto en un tiroteo con la policía boliviana.
Dice, y cito: ".te fuiste a Bolivia tras una ilusión: la posibilidad de
tumbar la dictadura de Banzer mediante la alianza del ELN con el ex
presidente Juan José Torres (el general proletario lo había denominado
Rodolfo Walsh) y su gente. Y a iniciar la construcción nuevamente porque,
como era obvio, mucho de lo que se decía tener trabajado la gente del ELN,
era verso. Pero bueno, no estabas para cuestionar versos sino para hacer,
para seguir construyendo ese mundo mejor que habías visto construir en Cuba,
habías leído en los libros y lo viste en aquella solidaridad de Punta
Carretas". Toda la carta, que es larga, y que deberían leer los ecuatorianos
para entender quién dirige la diplomacia nacional, es una loa a una
organización terrorista que comenzó a matar, secuestrar y asaltar bancos
cuando Uruguay era una democracia ejemplar, la más honrada y justa de
América Latina, con lo que acabaron provocando el zarpazo de unos gorilas
inclementes que liquidaron las libertades durante varios años y exterminaron
a unas doscientas personas cruelmente. Afortunadamente, algunos tupamaros
han rectificado, como sucede con el hoy presidente Mujica, ex miembro de la
banda, hoy alejado del fanatismo violento y castrista de su juventud.
¿Cómo vio la crisis desatada el 30 de septiembre en el Ecuador?
La vi con horror. Me pareció increíble que el presidente, con una
imprudencia rayana en la más peligrosa temeridad, retara a aquellos policías
enardecidos a que lo mataran. Si uno de esos energúmenos le hace caso
hubiera sido como la muerte de Gaitán en Bogotá en 1948: miles de muertos y
el inicio de una cruenta y larga guerra civil. ¿No se da cuenta el
presidente Correa que Ecuador está dividido en dos mitades que han olvidado
cualquier síntoma de cordialidad cívica? Se supone que un jefe de Estado
tienda puentes, sane heridas, busque consensos. No se puede gobernar con
insultos constantes a la prensa, a los maestros, a los empresarios, a los
adversarios políticos. El señor Correa debe serenarse y buscar expertos en
manejar crisis que lo ayuden a gobernar en medio de la crispación terrible
que él mismo ha estimulado y a la que debe bajarle la temperatura.
¿Cuál es la percepción internacional sobre el Ecuador ahora?
Pésima. Es casi la idea platónica de la república bananera. Los expertos distinguen
entre el pueblo, al que le encuentran mil virtudes, y el gobierno, que es
una muestra casi perfecta sobre cómo no se debe gobernar. Transparencia
Internacional designa al país como uno de los más corruptos de América
Latina. Sólo Venezuela es peor de acuerdo con este índice. El espectáculo
del cierre forzado del anterior Congreso, de la Constituyente, las
declaraciones de Fabricio Correa, las denuncias de la SIP, la extorsión a la
petrolera norteamericana denunciada en el Wall Street Journal, el incidente
con la policía. Es un sobresalto tras otro. No sé si el presidente Correa y
sus partidarios se dan cuenta de que los veinte países más prósperos y
felices del mundo se comportan de modos totalmente opuestos a Ecuador en el
terreno político y social, pero debían explorar ese universo y luego actuar
en consecuencia.
¿Cree que Rafael Correa avanza por el mismo camino que Chávez, Morales,
Fidel Castro o hay marcadas diferencias con esos regímenes?
Algunos amigos ecuatorianos me dicen que sí, que es el mismo modelo
comunista adaptado a las circunstancias actuales, pero a mí me parece que es
otro género de desorden, igualmente improductivo y con tendencias
autoritarias aunque, por ahora, menos cruel. A mí me recuerda al primer
peronismo, a Velasco Alvarado, a rasgos presentes en la Nicaragua de los
Somoza. Correa no es, por supuesto, un demócrata. Alguien que afirma que
Castro no es un dictador no tiene la menor idea de lo que significa la
palabra libertad. En todo caso, no entiendo por qué si el señor Correa está
buscando un modelo armónico de desarrollo, no mira a Chile. Es triste que
los empresarios ecuatorianos, ante la falta de seguridad, se estén
escabullendo hacia Perú, Colombia y Panamá, pese a la necesidad que existe
en el país de capital y trabajo.
Se lo pregunto porque acaba de recibir la visita y respaldo del presidente
de Chile, Sebastián Piñera; de Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz;
además del respaldo de la OEA, de la Unasur, de los EEUU.
Es normal que lo hagan. Nadie puede estar de acuerdo en que saquen a Correa
por la fuerza. Para eso están las elecciones. Hay que perfeccionar los
procesos democráticos, no corromperlos. Deben ser comicios libres y sin
trampas.
¿Cree que hay el riesgo de nuevos golpes de Estado en la Región?
Sí, siempre hay riesgos. Los gobernantes pueden potenciar esos riesgos o
desactivarlos. El presidente Correa tiene que aprender a desactivarlos. Su
carácter lo lleva en la otra dirección.
Cuando Manuel Zelaya fue derrocado en Honduras, Rafael Correa dijo: ''el
siguiente soy yo''. ¿El tiempo le ha dado la razón, cree que el 30-S Correa
estuvo a punto de ser defenestrado o asesinado, como él y sus ministros lo
afirman?
El proceso de expulsión del poder de Manuel Zelaya, por cierto, se parece
muchísimo al de Lucio Gutiérrez. El poder legislativo lo sacó del poder con
la colaboración de la Corte Suprema. Según Lucio Gutiérrez contó desde
Brasil, Rafael Correa instigó y estuvo de acuerdo con ese golpe
institucional en su contra. Ignoro si eso es cierto. En todo caso, no parece
que la policía hubiera querido tomar el poder el 30 de septiembre. Los
veinte golpes que he visto a lo largo de mi vida como periodista son
totalmente diferentes a la caótica algarabía armada por la policía
ecuatoriana. Eso fue otra cosa que comenzó mal y pudo terminar peor.
Oct 13 , 2010
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